Azoteas de la casa de vecinos

la boda de tita Ángeles se celebro en la azotea de mi abuela; todos los vecinos del barrio en las fotos
la boda de tita Ángeles se celebro en la azotea de mi abuela; todos los primos y amigos del barrio en las fotos

La casa de vecino era el foco y el centro de todos aconteceres; allí se vivían los vaivenes de las personas, los niños, los mayores, los pajarillos cantores de ventana, la azotea visitada cada día con el lavado semanal, los cordeles y esa ropa volando al viento aupadas por palos que la hacía sobresalir sobre las demás, ritos y mas ritos.

Jueves sagrados para que mama subiera al lavadero, llenara el lebrillo gigantesco de agua y jabón, poniendo la ropa blanca sobre el suelo, con cubos de agua con lejía regados varias veces. Allí se olía a jabón verde, a lejía pura, a ropa recalentada por el sol, el suelo de ladrillo común comido por los rayos solares de una casa que tenía más de doscientos años. Las paredes comidas por lo años, mil veces encaladas. El blanco hiriente que era telón de fondo de miles de hazañas juveniles, desde una representación de teatro a confesiones de niñas vecinas. Allí estaba mi vecina Candeli con quien, aunque no me llevaba muy bien, compartíamos esos jueves de verano mientras mama hacia la colada.

Los tendederos de alambres, aquellos ganchos donde se agarraban que podrían contar la historia de toda la casa venida desde casa palacio a apartaditos compartidos por varias familias, donde se hacía vida tras un portón, con ventanas que daban a viejas escaleras gastadas por los años, con losas rojas y blancas gastadas por el paso. Primer piso, mi ventana a la escalera enorme, casi un ventanal que se convertía en mi castillo. El viejo baúl con todos mis recuerdos, cartas de algún chico atrevido que supo mi dirección por verme entrar en la casa todos los días. Las postales de las amigas en cumpleaños.

La radio donde sonaba la música en las largas tardes a la sombra para evitar las horas solares peores. El dormitorio de mis padres con otra ventana a la escalera, con la cama inmensa con cabezal antiguo y lleno de boquetes de la polilla que buscaba en estas maderas ricas su alimento y su nido. El armario con espejo gigante donde mil veces me movía con los vestidos de mama haciendo un pase de modelos muy sui generis.

La sala para recibir las visitas, con puertas blancas con cristales biselados. La gran ventana a un patinillo a donde fue a parar un jilguero que papa tenía como padre de sus camadas de mixtos de canarios. Toda una odisea para llegar a cogerlo, papa demostró sus dotes de salvamento.

La cocina, con su primera y novedosa aportación del gas butano. La nevera con los alimentos que eran conservados con la barra de hielo que traían desde la plaza de la Catedral. La alacena, lugar idílico, con las cortinas de cuadritos verdes y blanco y sus repisas con su ribetes de la misma tela y formando volantes, hermosa labor hecha a  mano por mama. Allí se conservaban las latas, el aceite, la tinaja de agua, los ajos, las cebollas, los pimientos secos…. Todo un mundo.

Un mueble para los platos, las tazas, las ollas, los sartenes… y debajo la mesa de la cocina blanca y un taburete.

Más allá el salón comedor,  el mueble de pared a pared con el aparato de Tv, unos cuantos libros figuritas traídas por la tita Isabel desde Ceuta: trío de elefantitos, de conejitos, figuras de arlequines, alguna triste muñeca sentada con la mirada perdida.

En el centro la mesa para comer con las cuatro sillas de cojines rojos. El sofá y los dos sillones de imitación piel. Al fondo una péquela habitación con la vieja cómoda, baúles, y mi mesa de estudio o bureau con cierre de persiana.

El largo pasillo llevaba hasta el último lugar, el cuarto de baño que ya lucia con su medio baño con asiento, lavabo con el Romy de tres puertas y luz alta en donde te peinabas, pintabas y salías como una rosa.

Todo estaba comunicado por un largo pasillo acristalado, las ventanas enormes que al abrirla para el patio, dejaba el espacio acotado. Las golondrinas de porcelana, rigurosamente tres de tamaño distinto. Los cuadros de vistas campestres o  marinas.  Finalmente la casa se protegía con un portón con timbre. Y en la alfombrilla de la puerta todas las noches tenía un gatita negra que venía a buscar su comida y algunas veces tenía prole y todo eran juegos.

Casa de vecino, alguien enfermo, todos a ayudar, niños que corrían por las escaleras abajo y arriba.  Casa de vecino……

©DAMADENEGRO 14/8/2013

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